Visita a Locronan y a las puntas de la península de Crozon

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Una visita a uno de los pueblos medievales más bonitos de Francia y un recorrido por los impresionantes acantilados de las puntas de la península de Crozon en la Bretaña.

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El tercer día de nuestra estancia en Le Poldu, decidimos continuar el recorrido que empezamos el día anterior por el norte del departamento de Finisterre en la Bretaña, para visitar las tres puntas de la península de Crozon: la punta de Pen-Hir, la punta de los Españoles y el cabo de la Chèvre y por la tarde el pueblo de Locronan, uno de los pueblos medievales más bonitos de la Bretaña y de Francia.

Salimos pronto por la mañana de Le Poldu, cogimos la autovía E60 en Quinperlé en dirección a Brest, nos desviamos pasado Quimper en el cruce de la carretera D41, en la que cogimos dirección a Crozon, para llegar a Camaret-sur-Mer. Este es el punto de distribución para recorrer las tres puntas, la primera que visitamos fue la punta de Pen-Hir.

 Recorrido por las puntas de la peninsula de Crozon 

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Vista de las Tas de Poins – 1986

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Acantilados de Pen Hir – 1998

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Acantilados punta de Pen Hir – 1999

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Fuerte de la Punta de los Españoles – 2000

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Cabo de la Chèvre – 2007

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Punta de la Chèvre – 2008

La punta de Pen-Hir, es la punta central de la península y una de las más conocidas y visitadas. Esta punta también se la conoce por la “Tas de Poins“, por el montón de islotes que tiene la punta, en el que cada uno tiene su propio nombre: Gran Daoüet, Petit Daoüet, Penn-Glaz, Ar Forc’h, Chelot y Bern Id. En el alto del acantilado, de la punta está presidida por una enorme estatua en forma de cruz, que es un monumento que se construyó para dar testimonio de los hombres y mujeres de la Bretaña que se pusieron al servicio del general De Gaulle para reconquistar una Francia Libre, en la pasada segunda guerra mundial.

El alto del acantilado esta a 70 metros de altura respecto al mar. El paisaje es espectacular, en los días muy claros se puede divisar el cabo de la Chèvre, la punta de Dinan, la punta de Raz y el cabo Sizun, e incluso distinguir las siluetas de las islas Sein, Ouessant y Molene.

Una de las cosas que más me impresionó fue la vertiente norte de la punta, donde existe un acantilado en el que las rocas tienen unas formas rectangulares y cuadradas casi perfectas, producidas por el esculpido de las olas. Estas rocas y los islotes de Tais de Poins han sido testigos de muchos naufragios, dado que cuando hay mala mar acercarse a ellas es toda una temeridad.

Después de visitar la punta de Pen-Hir, reprendimos el camino hacia la Punta de los Españoles, retrocediendo otra vez hasta Camaret-sur-Mer, para coger la vertiente occidental de la península. Desde allí cogimos la vertiente este hasta Crozon. El recorrido no es que sea muy espectacular, lo recuerdo largo y pesado. Decidimos hacerlo, porque nos picó la curiosidad de saber el porqué de su nombre.

Le llaman la punta de los Españoles en recuerdo a una fortificación estratégica que existe en la punta, que fue construida en 1594, por el capitán Tomás Praxède, que participaba con cuatrocientos soldados españoles en la guerra de las religiones dando apoyo al duque Mercoeur, oponiéndose a las tropas de Enrique IV de Inglaterra. Con la construcción de la fortificación los españoles se posicionaron muy fuertes, controlando todo el movimiento de barcos que se producía en el golfo de Brest. Finalmente, para echar a los españoles de la posición, los franceses e ingleses se pusieron de acuerdo para atacarla, enviando 5.000 soldados para reconquistarla. Esta fue una batalla muy larga y cruenta, ya que los españoles aguantaron la posición más de un mes, produciendo la muerte a más de 3.000 soldados ingleses y franceses. Pero finalmente fueron derrotados, quedando vivos solo 14 soldados españoles.

Después de la visita a la fortificación, fuimos hacia Crozon para coger la carretera que nos llevo hasta la punta de Chèvre. El cabo de la Chèvre, es la punta que queda al sur de la península de Crozon, donde se alza una cresta rocosa de más de 100 metros de altura, presidido por un faro muy moderno y un enclavamiento del ejército Francés. Estos edificios no se pueden visitar. Desde lo alto de la punta se pueden ver preciosas vistas de los espectaculares acantilados, en el que existen senderos señalizados para recorrerlos bordeando el mar. Después de una visita breve por el alto del cabo Chèvre decidimos seguir la ruta hacia Locronan, ya que estábamos a más de treinta y cinco grados de temperatura y hacia demasiada calor para pasear por los senderos.

 Locronan, un pueblo medieval espectacular 

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Iglesia de Saint-Ronan – 2012

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Iglesia de Saint-Ronan – 2033

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Calle de Locronan – 2027

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Librería Celta – 2026

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Rincón de Locronan – 2014

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Calle de Locronan – 2031

Dado que la circulación de coches dentro del pueblo está prohibida cuando llegas a Locronan, estás obligado a aparcar en un aparcamiento que queda justo a la entrada del pueblo, en el que cobran 5,00 € y te proporcionan un mapa del recorrido aconsejado por el núcleo histórico.

Locronan, está catalogado como “Petite Cité de Caractère” y considerado uno de los pueblos más bonitos de Francia. Lo primero que te impresiona de su núcleo histórico es lo bien conservado que está, en el que consiguen que el conjunto arquitectónico se vea realzado con sus casas de granito gris azulado, sus tejados de pizarra y la carpintería pintada de colores: blanco, azules, verdes, granates…, sin ningún cable eléctrico o antena que destroce las fachadas, con flores por todas partes y los letreros comerciales que mantienen el estilo medieval.

Todo ello presidido por la iglesia de Saint-Ronan de estilo gótico flamígero, construida en el año 1420 por los duques de Bretaña, tomando por modelo la catedral de Quimper. La torre de dos pisos perdió la aguja en 1808, a causa de un rayo. Al lado de la iglesia se encuentra la capilla de Pénity del siglo XVI, en el que se encuentra la losa funeraria de Saint-Ronan. Estos dos edificios están anexionados y se comunican entre sí. Es de destacar el púlpito del año 1707, que ilustra la vida de Saint-Ronan, y la vidriera de la iglesia.

La época dorada de Locronan fue en el siglo XIV, en el que se cultivaba cáñamo y lino de gran calidad, que les servían para fabricar lonas de una calidad muy apreciada, en la que confeccionaban las velas para los navíos de pesca y los barcos de guerra de aquella época. En estos años, los fabricantes de velas y los mercaderes hicieron grandes beneficios, en la que se pudieron construir las preciosas casas que podemos ver en la Grand Place.

La visita a Locronan es una de aquellas que siempre recordaré, dado que es uno de los pueblos medievales que realmente mantiene toda la esencia y el estilo medieval de aquella época y es uno de los pueblos medievales más bonitos que he tenido la oportunidad de visitar.

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