Una costa repleta de espectaculares rincones, la cual estimulará todas tus emociones y sentidos. Núcleos medievales, islas paradisíacas, costas salvajes, naturaleza y más naturaleza.
Los dos últimos días de nuestra estancia en Le Poldu en el sur de la Bretaña, los dedicamos a visitar la costa de Morbiahan, uno de los sitios de una gran belleza de la Bretaña. Teníamos planificado ver Belle-Île, pero nos dijeron que para apreciar toda su belleza por lo menos necesitábamos dedicarle como mínimo dos días para recorrerla. Como solo nos quedaban dos días decidimos ver lo que pudiéramos de la costa y dejar Belle-Île para otro viaje a la Bretaña, ya que estoy seguro de que algún día volveremos, porque nos hemos quedado enamorados de esta región y de su gente.
De todas formas tengo que deciros que disfrutamos muchísimo de los paisajes y de las ciudades que visitamos, quizá esta zona es la más turística de la Bretaña, pero si se visita fuera de la temporada alta se puede gozar con mucha tranquilidad.
Esta zona posee unos paisajes naturales de gran valor paisajístico, sobre todo en la zona del golfo de Morbihan, que es de donde sale el nombre de este departamento francés, “Mor Bihan” nombre bretón que quiere decir “pequeño mar”.
Île du Saint Cado
Île du Saint-Cado – 2098
Ría de Etel, Île du Saint-Cado – 2084
Île du Saint-Cado – 2087
En el estuario de la ría de Etel, que está salpicada de pequeñas islas e islotes, se encuentra el pueblo y la isla de Saint-Cado, uno de los rincones más preciosos y pintorescos de esta zona. Llegamos por la mañana, hacia un día nublado a punto de llover, dejamos el coche junto al puente que da acceso a la isla de Sant-Cadó. Desde este punto nos encaminamos a dar un paseo por la pequeña isla, en la que pudimos apreciar la gran belleza que presenta.
La isla contiene un pequeño núcleo de casas típicas de pescadores, de estilo bretón, con una preciosa iglesia dedicada al calvario de Saint-Cado. Recorriendo su costa, pudimos ver, marismas, lechos de cultivo de ostras, pequeñas calas salvajes donde los pescadores amarran sus barcas.
Dependiendo de la marea y la luz del día, este lugar cambia constantemente su paisaje, lo que nos encanta a los fotógrafos y también a los pintores paisajistas. Llama mucho la atención una pequeña casa que está construida encima de un islote del estuario, en la que solo se puede acceder con barca. Esta casa es la más pintada y fotografiada por pintores y fotógrafos, ya que es un elemento que ayuda para componer e ilustrar la vista paisajista. La prueba es que sale en todas las propuestas turísticas de la isla.
Port du Saint -Goustan - Auray
Muelle Benjamin Franklin, Port du Saint-Goustan – 2036
Port du Saint-Goustan – 2041
Rio Loc’h, Port du Saint-Goustan – 2043
Después de la visita a la Île de Saint-Cado nos dirigimos a Auray, una ciudad de unos diez mil habitantes, que aparcamos el coche en el centro de la ciudad. Después recorrer el centro comercial y realizar alguna compra, nos encaminamos por la bajada de la Rue du Chateau, para acceder al Port du Saint-Goustan. Esta es una típica calle llena de diferentes artesanos que ofrecen sus obras a los turistas, en la que al final de la misma se encuentra el puente de cuatro arcos, del siglo XIII.
Una vez cruzado el rio Loc’h, accedes al Port du Saint-Goustan, un antiguo puerto pesquero en el que aún se conservan una buena cantidad de casas medievales de madera entramada, con sus callejuelas estrechas y empinadas. En este lado del rio se encuentra el muelle que data del siglo XIV, que dado a su posición estratégica, en los siglos XIV y XV la población se enriqueció gracias a los impuestos que pagaban los barcos a su paso. A posteriori, en los siglos XVI y XVII llegó a ser el tercer puerto comercial de la Bretaña, por su gran volumen de exportación e importación de diferentes mercaderías.
Actualmente este muelle tiene el nombre de Benjamin Franklin, en recuerdo al desembarco que realizó el famoso diplomático en el año 1776, que fue llevado a este lugar por los vientos y las tormentas que azotan la costa atlántica. Vino a Francia buscando el apoyo de los franceses para la guerra de la independencia de los Estados Unidos.
Dimos un paseo por todo el núcleo histórico, en el que descubrimos preciosos rincones, una preciosa capilla y la iglesia de Saint-Sauvert, datada en el siglo XV. Después del paseo, decidimos comer en uno de los restaurantes que están junto al muelle, en el que nos sirvieron una ensalada y unas buenas cacerolas de músculos, muy bien elaborados. Una vez saciado el hambre, emprendimos el camino de vuelta para recoger el coche y dirigirnos a la capital de Morbihan, Vannes.
Vannes
Jardins des Ramparts, Vannes – 2078
Jardins des Ramparts, Vannes – 2078
Plaza Gambetta, Vannes – 2080
Esta es una ciudad muy antigua ya que fue fundada por los romanos a finales del siglo I a. C., en principio, estaba emplazada en la colina Boismoreau donde disponía de una amplia visión de la ría. En aquella época se llamaba Darioritum. En siglo III construyeron un castrum para proteger los habitantes de las amenazas de los barbaros. En el siglo V después de la caída del Imperio romano, la ciudad de Darioritum, fue abandonada y sus habitantes se trasladaron a vivir dentro de la fortificación, quedando la antigua ciudad como suburbio de la nueva Vannes. En los siglos XII y XIII, la ciudad de Vannes creció gracias a las reformas y obras que se produjeron: se reconstruyó la Catedral, las murallas y se planificó su red viaria, con estas mejoras pasó a ser una de las principales ciudades de la Bretaña.
Aparcamos en el puerto cerca de la plaza Gambetta, que está situada frente el puerto deportivo, un lugar para descansar y disfrutar del ajetreo del puerto. En esta plaza se encuentra la puerta de Saint-Vincent, que es una de las seis puertas que dan acceso al núcleo antiguo de Vannes. Una vez cruzada la puerta, se encuentran las preciosas edificaciones y palacetes del siglo XVII, que se mezclan con diferentes casas de madera entramada pintadas de vivos colores.
En la parte alta nos encontramos la Catedral de Saint Pierre, donde está enterrado san Vicente Ferrer, un dominico valenciano que murió en el año 1419. La catedral fue reconstruida en el siglo XIX, en la que aún mantiene una torre original y elementos en la fachada de estilo gótico flamígero.
Más allá de la catedral se encuentra la Puerta de la Prisión que da acceso al paseo de Garenne, donde podemos ver las impresionantes murallas del siglo XIII, con sus torres y unos extensos jardines, de estilo francés, que se disponen en diferentes niveles que se conjugan con un canal que los atraviesa. Anexo a las murallas se encuentra los antiguos lavaderos que bordean el canal.
Después de disfrutar del precioso paseo por el centro histórico de Vannes y descansar un buen rato en una de las terrazas de la plaza Gambetta, después dimos por terminado el recorrido de aquel día, volviendo al apartamento que estábamos hospedados en Le Pouldu, a unos sesenta kilómetros.
Île de Berde - Golfo de Morbihan
Paso a Île de Berde – 2164
Vista desde Île de Berde – 2166
Port Blanc – 2161
El paisaje del golfo de Morbihan es espectacular, esta zona queda al sur de la Bretaña, justo enfrente de la ciudad de Vannes, en el que forma una zona recogida dentro de la bahía de Quiberon. En su interior alberga cuarenta pequeñas islas e islotes, todas con una gran vegetación en la que con el color esmeralda del mar, lo convierten en un lugar paradisiaco.
Esta zona al estar resguardada de las embestidas y tormentas del Atlántico, hace que tenga un clima casi Mediterráneo. Este golfo, posee dos zonas de reservas naturales protegidas, las antiguas marismas de Séné y de Pen An Taul, que reciben numerosas especies de aves migratorias.
La intención que teníamos este día era la de embarcarnos en una de las excursiones que hacen por el golfo de todo el día, para conocer las islas de Moines y la d’Arz, que son las más grandes y también alguna de las pequeñas. No tuvimos suerte, ya que cuando llegamos a Port Blanc, sitio de donde salen estas excursiones, ya habían salido todos los barcos del día. O sea, el gozo en un pozo.
Pero no todo nos salió mal, ya que pudimos acceder desde una punta cerca de Larmor-Baden, caminando por un paso a la Île du Berde, por encontrarnos en plena baja mar. Esta es una pequeña isla que prácticamente no existen edificaciones y que mantiene una vegetación mediterránea. Dimos un paseo por toda la isla y disfrutamos de las vistas y la tranquilidad de la misma.
Costa salvaje de Quiberon
Chateau Tupault, Quiberon – 2115
Costa salvaje, Quiberon – 2130
Playas de Quiberon – 2109
Después de visitar la Île de Berde, fuimos en dirección a Quiberon para visitar su costa salvaje, una espectacular costa, que forma una península muy estrecha, en la que por un lado tienes vistas al golfo de Morbihan y por el otro, la costa salvaje que queda a mar abierto.
Lo complicado de esta península es llegar a la ciudad de Quiberon ya que solo existe una sola carretera estrecha, súper transitada, hasta Saint Pierre-Quiberon, en la que se forman una buena cantidad de colas. Se requiere paciencia, me gustaría saber el lio que debe de haber en temporada alta de turistas, ya que para hacer los ocho o diez kilómetros estuvimos más de una hora.
Suerte que el esfuerzo valió la pena ya que el lugar es espectacular. Llegamos hasta la punta, donde se encuentra la población de Quiberon, en la zona de playas y el muelle de los transbordadores, donde se embarcan los viajeros que van a Belle-Île. Este lugar, está lleno de edificaciones turísticas, con tiendas y restaurantes, pero si te adentras en la parte del pueblo que está retirado de la costa, encontraras las casas blancas típicas bretonas de pescadores, con sus callejuelas estrechas. Estuvimos paseando un buen rato y para volver cogimos la carretera que bordea la costa salvaje.
Esta es una carretera que recorre durante ocho kilómetros la vertiente atlántica en la que se puede disfrutar de una costa virgen, ya que está protegida, transcurre por los acantilados que suben y bajan recorriendo pequeñas calas y puntas rocosas con extraordinarias panorámicas.
A cada kilometro de la carretera existen unos aparcamientos para poder dejar el coche, en la que puedes caminar por los senderos y recrearte en los diferentes miradores que existen. Es todo un espectáculo ver la bravura del océano como golpea las rocas de los acantilados y las grutas que se forman en los acantilados debido a la erosión que les produce la mar. Un gran estimuló para todos los sentidos.